viernes, 3 de noviembre de 2017

Volando puentes.




A Puigdemont le salen las cuentas, nadando a favor de corriente mientras su huida ha podido determinar o inducir una decisión jurídica que potencia las tesis independentistas. Lo ha dicho Josep Nuet: "La decisión de Puigdemont puede hacer que acabemos en prisión".  Para qué hacer política cuando enseñando el trapo de los desafíos temerarios provocas una respuesta de la justicia que esperas para proseguir en la escalada de una deseada "represión". Tarde o temprano debería pagar por fomentar la confrontación conforme a una hoja de ruta pactada previamente, pero la brutal actuación policial el 1-0, el encarcelamiento de los Jordis, la aplicación del art. 155 y la desproporcionada decisión de la jueza Lamela, le posiciona como "víctima" del "procés" y candidatable para el 21-D.   

El cuerpo solido del auto de prisión incondicional a Junqueras y los suyos, por contumacia, reiteración y obstinación en delito grave de desobediencia, sedición y malversación así como posible acto de rebelión es cuestionable desde la oportunidad o su proporción pero no puede plantearse desde la teoría de la persecución. Negar el riesgo de fuga por su nivel adquisitivo, la destrucción de pruebas, pertenecer a un colectivo organizado con asignación de papeles individuales sería caer en una debilidad del estado de derecho. No son presos políticos.


Que hubo esfuerzos por parte de algunos sujetos políticos para devolver el conflicto a la política no hay duda, pero que fuera del interés para uno u otro nacionalismo ya lo dudo. La huida de Puigdemont favorecía a  corto plazo el papel de "víctima", explicitada argumentalmente por Lluis Llach a través de twuiter, poniendo de relieve, según él, la constatada represión de un país llamado España. Llach nunca llegará a Itaca. Ha sucumbido a las sirenas del océano lúgubre de Puigdemont, escribiendo en épica su tocata y fuga. 


Sabían que la jueza de la Audiencia Nacional no tendría excesivo margen de maniobra, ante este desbarajuste urdido con nocturnidad, alevosía, aunque con una gran inteligencia, yo diría psicopática. A Rajoy, que pretendía que le resolviera el conflicto la justicia, se lo amplifica. Ha sido la ausencia de política lo que nos ha llevado hasta aquí con todos los puentes volados certeramente por el delirio nacionalista. De eso se trataba desde el minuto uno.

El 21-D ya tiene sus "represaliados" y sus "exiliados", sus ruidos y Puigdemont trabajándose su relato de persecución y maltrato que ya es vendida como historia a través de un televisado y asegurado reality show. Hasta cuenta con la convocatoria de una Huelga General de un sindicato cuya representación en toda Cataluña es de medio punto, en un escenario donde el empleo les importa bien poco. Dos mil empresas a la fuga, caída del empleo equivalente a los primeros momentos de la crisis y caída del Producto Interior Bruto. 

Una élite de la burguesía ocultando todos sus beneficios y corruptelas históricas, unas entidades civiles como ANC y OMNIUM bien engrasadas financieramente hasta ahora, que llegan a suplir el protagonismo de los partidos políticos y parte de una clase media en la búsqueda del mundo feliz. Pero el nucleo gordiano es que Cataluña es diversa y que su totalización de "un sol poble" es irresoluble por la vía del "unilateralismo". Cualquier solución deberá ser negociada.   

Los puentes están volados y la Justicia no pudo, ni podrá dar soluciones a la política. Tenemos psicópatas volando puentes. 



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