domingo, 23 de abril de 2017

Luis Pastor, un "ben parit" en Carcaboso


Somos Conchi, Ana, Chema y yo los primeros en llegar a la celebración en Carcaboso (Cáceres) de un nuevo día del libro con un Luis Pastor en estado puro. Y presto, el maestro maneja la arquitectura de la palabra para hacer otro ejercicio de memoria; cuarenta años de aquél mítico recital del de Berzocana en la Escuela de Magisterio de Cáceres, que pervive en nosotros por siempre en una emoción sonora y visual de los que fuimos atrevidos jóvenes barbilampiños. Nos dice que de aquel encuentro se recuerda recitando a Octavio Paz en un salón repleto de estudiantes. Nos cuenta que un grupo de maestras está organizando en Plasencia un reencuentro con todos los que estuvimos allí. ¡Me apunto¡. 

Y hablamos de la transición y de cómo algunos de los que cantaron sus canciones, al día siguiente de cantarlas, le dijeron que su tiempo de cantautor había terminado -”pero no des más la lata, que tu verbo no arrebata y tu tiempo ya pasó”-. Y de cómo es "salvado" por "las coplas del ciego" con Amestoy, porque un "gallo vallecano" de Berzocana, de lagartos, peces y ranas, nunca pierde "oremus" y orientación. 

Un nuevo encuentro con él a través de este tiempo, como coherente referencia demostrada. Y de nuevo, ¿Que fue de los cantautores?. ¡Aquí le tienen señores¡. Y canta en catalán: "Soc. Un extremeny a Madrid" (Soy. Un extremeño en Madrid), una versión de un joven cantautor por nombre Joan Isaac y mi chica barcelonina le grita, con contundencia, ¡"ben parit"!. 

Y nos relata, asistido por un público atento, con relajada baba caida, "De un tiempo de cerezas"; y nos habla de su padre Manolo y de su madre Nicolasa, de su abuelo sastre que emigró a la Argentina y volvió por amor a Berzocana, de los brezos y las jaras, de los pájaros de encina, de Saramago y de Portugal y de aquella Grándola Morena, de Pablo Guerrero, "ese Dios disfrazado de hombre", que inventó el sonido de la lluvia en cantaros de esperanza y de la Rusia decadente con una Oda a Moscú.
 

Y nos regala decenas de estrofas por el río de su infancia y juventud; de su primer oficio de “chico de los recaos” en Navalmoral de la Mata, de los muebles y maletas en un camión, de los lloros y despedidas, del barrio de Orcasitas, de sus tiempos de temblor en el amor, del oficio de cantar, de su compromiso y esperanza, y las músicas del corazón, de homenajes a ausentes y desaparecidos, de la memoria como refugio personal e irrenunciable trinchera. 

Una sorpresa de trescientas ochenta estrofas o más que darán que hablar. Ya nos huele la tinta de imprenta que reververan los ecos de tus memorias, que son también las nuestras. No dejéis de oírlo, de leerlo, al cantautor, al poeta, no dejéis de añorarlo. No dejemos de quererlo, porque es la partitura viva, de nuestros soñados besos, de nuestras batallas y luchas, de aquellos y de estos tiempos, donde ser feliz y tener memoria vuelve a ser el mayor acto de rebeldía transformadora.  

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario