lunes, 27 de marzo de 2017

¡A la mierda, Marx y Maslow¡



"La desigualdad no genera infelicidad", según el economista  liberal y "libertario" de cabecera en el programa de Mariló Montero, Juan Ramón Rallo. Por pasiva, ¿deberiamos entender que la desigualdad genera felicidad? Lo que es evidente es que la ortodoxia neoliberal es una fábrica de psicópatas adaptados, que se caracterizan por no tener limites y querer cargarse el Estado para evitar que alguien se los ponga. Porque no merecería mayor comentario que él dijese esta barbaridad "acientífica", sino porque comienza a normalizarse estos análisis revestidos de fundamento académico y que encuentran arrope en medios de comunicación más propicios al amarillismo que a la información. 

Para Rallo, la desigualdad en los países en vías de desarrollo genera un "factor esperanza" que lleva a los pobres a realizar esfuerzos para prosperar. Imagino, que de ahí la "enfermiza aventura" de los desahuciados del tercer mundo por montarse en unas pateras. El liberal y libertario economista, recobra la realidad al rebajar esa esperanza en el caso de que estos ciudadanos no perciban el origen justo de la desigualdad, lo que nos conduce, por tanto, a considerar que la hipótesis de trabajo de Rallo es falsa o una "boutade", típica de personas deslenguadas. Rallo recuerda a esos malos estudiantes que torturan variables y datos para que cumplan la linea argumental de estudio.

El día que escribió Rallo el citado artículo, se ve que no conocía los estudios estadísticos de Piketty en su obra, El Capital en el Siglo XXI, sobre la desigualdad en Europa y EE.UU. y de la concentración de la riqueza en una minoría. Y mucho menos la Pirámide de Maslow, que nos ilustra sobre la jerarquía de motivaciones de los humanos y sus necesidades. Establecer que la infelicidad en las sociedades desarrolladas no es atribuible a la desigualdad eso si que es "superchería seudocientífica". Que lea a Seligman y entenderá cómo nos narcotizan acríticamente con cuentos parecidos al suyo, asignándonos roles que potencian el gregarismo más desmotivantes, para que sigan siendo quienes son. Un repaso por la psicología social y comunitaria le abriría la mente y entendería el papel regulador y reequilibrador de un estado social que siempre terminará posibilitando una mayor adecuación de actitudes, aptitudes y capacidades individuales a los logros personales. Su inmersión "psicologista" termina siendo un insulto intrusista propio de un indocumentado parlanchín. Cualquier psicólogo le recomendaría que sus retos articulistas sean realistas y que estén alejados del delirio que es, lo que al parecer, ha tenido Rallo al escribir su artículo libertariamente "psicótico". 

Si a Maslow le envía directamente a la mierda, a Marx le tiene, cuanto menos, un pelín de manía. De ahí que su resentimiento le lleva a obviar una realidad inapelable como es el conflicto capital-trabajo, que se ha resuelto históricamente a favor de la clase dominante, en una dialéctica de lucha de clases en la que él vive en simbiosis con todos aquellos que pagan su altavoz.

En un informe reciente  elaborado por CCOO sobre la evolución de indicadores de buen gobierno en las empresas del Ibex 35, en el ejercicio 2015, se constata que la retribución de los primeros ejecutivos de estas, es 116 veces mayor que el salario medio de las mismas.  Según Rallo, esta diferencia sería un elemento incentivador para que los trabajadores-as aumenten su interés por la mejora, y se justificaría el gran salario del directivo para favorecer la referencia en la promoción personal. Vamos, aplicar aquel principio "taylorista" de la zanahoria, aunque al final de todo, lo que subyace es que solo una minoría la alcanza y la mayoría se rige por el palo. 

A lo largo del siglo XX, este reduccionismo del que trata el economista liberal y "libertario", han sido ampliamente superados no solo por psicólogos como  el propio Maslow, también por McClelland con su "Teoría de las necesidades", Deci, con su "Motivación Intrinseca" o Herzberg con su "Teoría de la motivación e higiene". En todas ellas se evidencia el primitivismo intelectual de J.R. Rallo, pues de todos los múltiples indicadores que favorecen la satisfacción, ninguno de ellos certifica que la infelicidad genere motivación sana y progreso.

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