jueves, 11 de octubre de 2012

Reflexiones para un debate España-Cataluña (II)

Confieso que me irrita, con igual intensidad, cuando oigo a Wert hablar de "españolizar" a los niños catalanes como cuando oigo a Artur Mas hablar de las "cigarras del sur". El sutrato de las dos opiniones no puede ser más reaccionario. Sinceramente, creo que estos nacionalistas, intencionadamente, provocan la confrontación para justificar su necesidad de ser, la necesidad de ser, de una forma casposa, "español" o "catalán". El uno para incustrar socialmente un discurso, que avanza, en la necesidad de recentralización de la política española y el otro para subirse en la ola del "independentismo" como estrategia para seguir obteniendo ventajas electores y fiscales. 

Considero, sin excesivo margen de error,  que todo ello está determinado por tensiones económicas y de interés partidista que debe, al menos, ante tanto tertuliano "subvencionado", cuestionarse. Al fin y al cabo, esas tensiones vienen precedidas de variables, que solemos olvidar, que han incidido e inciden en desequilibrios regionales históricos que han producido concentraciones de rentas en determinadas áreas geográficas de la misma manera que se han acumulado en una determinada clase social, que no es ni mucho menos la clase trabajadora.

Pero para valorar las reivindicaciones fiscales de los que se consideran "hormigas del norte", deberemos adentrarnos en razones más que en emociones. La respuesta económica, por la tecnocracia española y catalana, a la autarquía franquista a finales de los cincuenta, fue un Plan de Estabilización que facilitó concentración de recursos financieros a los mejor situados y sobre todo un flujo migratorio dentro y fuera de España que alivió tensiones y que, como "hormigas del sur", fuimos generando "plusvalías" por aquellos territorios de asiento. Es justo reconocer, por tanto, que el grado de concentración productiva que, en positivo, se focalizó en Cataluña, País Vasco o Madrid, produjo complementariamente nuevos desequilibrios resueltos desfavorablemente para territorios como Extremadura al despojarse de su población más activa y reteniendo la de mayor edad. Si en los años cincuenta, Extremadura alcanza una población por encima del millón y medio de personas, hoy tan solo alcanza un millón cien mil habitantes, siendo, posiblemente, una de las comunidades autónomas con la población más envejecida del Estado. 

Y Extremadura, evidentemente, debemos reconocer que no genera, no puede generar, la misma fiscalidad que Cataluña; pero sería de necios caer en la trampa de aceptar que yo, como individuo particular, no contribuyo de igual manera y en función de mis rentas de forma similar a un catalán. Desde luego, la trampa está servida por los "nacionalistas", que siempre son de derechas y como tal elaboran un discurso facil, simplificador y populista; un discurso que cala emocionalmente, más en epocas de crisis, pero alejado de los pensamientos complejos que requiere la inteligencia colectiva. La pena es que la izquierda en ocasiones y para evitar la acusación de antipatriota entra al trapo. En el siguiente artículo escribiré de cómo esos desequilibrios regionales aumentaron por políticas generadas por aquellos que nos vendían la Patria como una "unidad de destino en lo universal".

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